Naturaleza y aire libre, a pocos minutos de capital federal
La ciudad está canibalizándose a sí misma, los edificios altos se comen a las casa de baja altura, si no querés salir de ahí, parecen decirle a la casa, te ahogaremos. Ni sol, ni aire, ni luz.
El acoso por la conquista del espacio es una de las realidades de las que hay que huir en la ciudad.
La situación no es poco conflictiva, los propietarios de edificios suelen aprovechar la resistencia de vecinos que no se dejan presionar, abriéndose una ventanita en las medianeras, acción irregular, pero aparentemente sin demasiadas consecuencias.
El propietario de la casa, ahora tendrá que soportar los restos que caen desde este agujero ilegal, puchos, papeles, y otras asquerosidades peores.
Vivir encajonado tiene un solución que mucho más sencilla de lo que parece, y que está siendo adoptada, no sólo por esta situación, cada vez más profusa en la ciudad, sino por el desarrollo de actividades más sanas, rodeados de verde y sin ruidos.
Mejor calidad de vida a distancias urbanas, esto es, a pocos minutos de la Capital.
Debido a la coyuntura actual, las inmobiliarias se han visto inmersas en el mismo problema, el encajonamiento de propiedades, ahora presas de la falta de oportunidades para la compra en el mercado de usados.
Sin embargo, el verano presenta las mismas oportunidades de ampliar las búsqueda y probar la vida bucólica de las zonas en desarrollo, con toda la tecnología en flor, y aspectos que en la ciudad se viene agotando, la creación de subestaciones energéticas, en áreas de desarrollo, poco explotadas hasta el momento, la zona Sur de Buenos Aires, Ezeiza y más allá, y también más acá, donde nadie se apropia de tu sol, de tu aire, de tu espacio.
Conservar lo mejor del barrio y combinarlas con lo mejor de la ciudad, entretenimiento, educación, comercio, son los rubros más solicitados a la hora de buscar dónde se desarrollará la existencia, sin embargo a la hora de lo cotidiano, hay aspectos más importantes, los niños, los adolescentes, el desarrollo social.
Donde hay un edificio, hay conflictos, las normas de convivencia no son comunes, ni el respeto por el que está del otro lado de la pared, es invisible.
En los barrios privados no existen conflictos, cada propietario eligió con las mismas condiciones, el cuidado de su entorno, el silencio, la distancia con el vecino que permite una privacidad diferente al de la ciudad, donde la soledad no está precisamente incorporada por la cantidad de paredes, pues sobran.
El desarrollo social en los barrios privados está alineado con la decisión de un cambio en la calidad de las relaciones, la cercanía con el vecino es suficiente, mínima y máxima, a la vez.
En la ciudad vivimos enterrados, en los barrios privados compartimos el sol, el aire, y un horizonte donde colocar los ojos, que sea verde y sin sentir invasión de ruidos, ni sufrir la invasión de la basura.
En barrios privados se vive el metro cuadrado revalorizado por la oportunidad que brinda la naturaleza, en forma directa, la posibilidad de tener animales, no sólo domésticos, sino otros más grande como equinos, ya que es común la cercanía con clubes que ofrecen servicios de equitación.
Las ventajas de acercarse a deportes como el Polo, el goft, poco comunes en otros ambientes.
Los barrios privados no sólo te enamoran de tu casa, sino de tu espacio, del entorno, del aire libre y te libra de la sensación de sobrevivencia en la ciudad, para cambiarlo por vivir.
Los códigos de construcción en los barrios respetan las elecciones comunes, y la situación se mantiene porque todos eligieron vivir en un Country por las mismas razones, mejorar la calidad de vida.
Cartón resistente, una idea de un diseñador chino que promete ingresar en el mercado de decoración de interiores, industria del mueble y otras opciones.
La burbuja inmobiliaria provoca efectos secundarios, cualquiera con una propiedad arma un sitio para atendión turística sin tener la menor idea de cómo se lleva adelante un servicio de hotel.